Los gases fluorados ayudan con el valor socioeconómico
Industrias vitales de todo el mundo, desde el transporte y la climatización hasta la construcción y la tecnología de la información, dependen de gases fluorados eficientes y ampliamente disponibles para alcanzar su máximo desempeño. Una gran restricción de los gases fluorados tendría un impacto significativo en las industrias, los consumidores y su economía, así como en otros sectores:
- Automotriz
- Aeroespacial y defensa
- Centros de datos
- Dispositivos médicos y procesamiento farmacéutico
- Construcción y gestión térmica
- HVACR y bombas de calor
Por otro lado, sin los gases fluorados, innovaciones críticas como la refrigeración bifásica por inmersión para centros de datos y vehículos eléctricos (VE) más eficientes no serían posibles.
La innovación continua y las iniciativas de sustentabilidad dependen de productos que puedan aprovecharse en diversas aplicaciones y sistemas. Los gases fluorados han sido probados y verificados en innumerables aplicaciones críticas en las que los “naturales” se quedan cortos. El bajo potencial de calentamiento global (GWP) de los “naturales” suele compensarse con un mayor consumo de energía, mayores costos de mantenimiento y de los sistemas, y la inestabilidad de la cadena de valor, factores que generan costos más elevados y un mayor impacto ambiental.
Facilitar la eficiencia
Hoy en día, los gases fluorados de bajo potencial de calentamiento global (GWP) ofrecen importantes ventajas de eficiencia energética en una gran variedad de aplicaciones, desde refrigeradores de supermercados y bombas de calor residenciales hasta sistemas de aire acondicionado en techos comerciales y enfriadores industriales.
En cambio, el bajo GWP de algunos gases industriales se ve socavado por la escasa eficiencia energética y las grandes deficiencias de los equipos. Los sistemas de CO₂ son notablemente ineficientes y complejos, y los sistemas de hidrocarburos tienen limitaciones de escalabilidad debido a las restricciones de inflamabilidad y tamaño de la carga. Todos estos factores requieren más recursos y energía, lo que aumenta los costos y el impacto ambiental.
Máxima fiabilidad
La cadena de frío moderna depende de los gases fluorados para garantizar la calidad y seguridad de los alimentos, reducir su desperdicio y permitir la distribución segura de vacunas y productos farmacéuticos en todo el mundo. La eficiencia, fiabilidad y amplia disponibilidad de los gases fluorados reducen los riesgos de tiempo de inactividad, fallas del sistema y desperdicio de alimentos.
Por otra parte, los problemas de desempeño y la posible escasez asociados a los refrigerantes “naturales” conllevan importantes riesgos socioeconómicos. La cadena de suministro de CO₂ refrigerante (R-744) es especialmente frágil. La disponibilidad de refrigerante de CO₂ depende en gran medida de la demanda (que no es constante). Más de una vez en los últimos años, la escasez de R-744 provocó graves interrupciones en la cadena de frío.
Chemours y otros fabricantes de gases fluorados invirtieron durante décadas en capacidad e infraestructura para impulsar la fiabilidad de la cadena de suministro. Simplemente no existe la misma infraestructura ni la misma inversión para los gases industriales refrigerantes.
Minimizar los riesgos
Los gases fluorados de hoy en día presentan una baja toxicidad y una inflamabilidad leve o nula y no requieren ninguna manipulación especial aparte de las mejores prácticas de seguridad de refrigerantes. Se sometieron a rigurosos procesos de homologación en todo el mundo y se consideran seguros para su uso previsto.
Comparemos esto con los gases industriales como el amoníaco, el propano y el CO₂, que se adoptaron hace más de un siglo y se dejaron de utilizar ampliamente por buenas razones. Plantean riesgos reales, desde las altas presiones de trabajo y la corrosión hasta la inflamabilidad.
Los peligros de presión y el aumento del potencial de filtraciones asociados al CO₂ suelen traducirse en un aumento de los costos de los componentes, la mano de obra y el mantenimiento, lo cual contribuye a elevar los costos de los consumidores. En los peores casos, los altos índices de filtración de CO₂ (más del 50%) pueden paralizar rápidamente las operaciones y, según el tipo de aplicación, crear riesgos para la seguridad, como toxicidad aguda. El amoníaco refrigerante tiene un uso restringido debido a los riesgos que conlleva, mientras que la inflamabilidad del propano limita su escalabilidad.